Lo esencial que hay que saber sobre la partitura de Dominique Lemaître
Inspirada en la pequeña estela del "arpista cantando un himno al sol" conservada en el Museo del Louvre, esta partitura convoca la imaginación de los rituales solares del Antiguo Egipto. Símbolo de poder y clarividencia, el "ojo de Ra" evoca el resplandor y la omnisciencia del dios solar, otorgando a la obra un aura de luz y gravedad. El motivo del arpista adorando al sol sirve como hilo poético, entre contemplación y fervor, en una escritura decididamente actual.
La pieza se articula en cinco secciones encadenadas, cada una construida alrededor de un solo modo, para una coherencia modal fuerte y un recorrido sonoro sin ruptura. La alternancia de las pulsaciones estructura el discurso: las secciones impares avanzan a un tempo de 76-80, mientras que las secciones pares se despliegan más lentamente, a 58-60. Esta respiración métrica crea olas de energía y recogimiento, como alternancias de sombra y sol.
La escritura pone en valor la pureza de cada color modal, favoreciendo climas distintos y una progresión interior casi ritual. La evocación del "ojo de Ra" aporta una dimensión simbólica fuerte: visión ampliada, poder solar, intensidad concentrada. El resultado es una partitura meditativa y luminosa, donde el impulso del canto sagrado antiguo se funde en una sensibilidad contemporánea.